Saturday, April 15, 2006

Capitulo 23

Capítulo 23
David se quedó solo otra vez. Pausada y sosegadamente recorrió el jardín de su terraza. Por último, se detuvo y habló en voz alta para sí.
He esperado, Absalón; he aguardado y observado durante varios años. Me he preguntado una y otra vez "¿Qué hay en el corazón de este joven?" Y ahora lo sé. Harás lo inconcebible. Dividirás el mismo reino de Dios. Todo lo demás era palabrería.
David permaneció un instante silencioso. Luego, casi asustado, habló con la voz apagada.
Absalón no vacilaba en dividir el Reino de Dios. Ahora lo sé. Él busca seguidores. ¡Al menos no los rechaza! Aunque parece magníficamente virtuoso e ilustremente noble, sin embargo, divide. Sus partidarios aumentan, aun cuando convincentemente afirme que no tiene ninguno.
Por largo rato David no dijo nada. Finalmente con una sombra de agudeza en sus palabras, comenzó a hablar consigo mismo.
Muy bien, buen rey David, tienes una cuestión resuelta. Estás en medio de una discordia y pudieras muy bien ser destronado. Ahora a la segunda cuestión.
Hizo una pausa, levantó la mano y, casi con el fatalismo dibujado en su rostro, preguntó:
¿Qué haré? El reino está en peligro inminente. Parece que estoy ante la alternativa de perderlo todo o de convertirme en un Saúl. Puedo detener a Absalón. Sólo necesito ser un Saúl. ¿Me convertiría en un Saúl en mi vejez? Creo que el Señor mismo aguarda mi decisión.
¿Ahora seré un Saúl? – Se preguntó a si mismo, esta vez en voz alta.
Una voz detrás de él le respondió.
Buen rey, él no ha sido ningún David contigo.
David se volvió. Era Abisai que se había acercado sin anunciarse.
Es un lugar concurrido esta terraza.
Dijo David con ironía.
¿Señor? – preguntó Abisai.
Nada. Basta decir que no me han faltado visitantes hoy, un día en que yo hubiera preferido la soledad. ¿Qué me dijiste? O más bien, ¿qué decía yo?
Preguntabas: "¿Seré un Saúl para Absalón?" y yo te respondí: "Él no ha sido para ti ningún joven David".
Nunca desafié a Saúl; nunca intenté dividir el reino mientras él reinaba. ¿Eso es lo que quieres decir?
Mucho más que eso – respondió con firmeza Abisai -. Saúl fue un malvado contigo y atormentó tu vida. Respondiste sólo con respeto y angustia reservada. Las desgracias de aquella época procedían sólo de una parte. Todas cayeron sobre ti. Sin embargo, pudiste haber derrotado a Saúl. Antes que hacer eso, recogiste lo tuyo y abandonaste el reino. Preferiste huir antes que causar la división. Arriesgaste tu vida en pro de la unidad, y cerraste tu boca y tus ojos ante todas sus injusticias. Tenías más motivos para rebelarte que cualquier hombre en la historia de este o cualquier otro reino que jamás haya existido. Absalón tiene que deformar la realidad violentamente para inventar su lista de injusticias... pocas de ellas significativas, pudiera yo añadir. ¿Absalón se ha comportado con tú? ¿Absalón te respeta? ¿Absalón procura preservar el reino? ¿Absalón se niega a hablar contra ti? ¿Absalón rechaza los seguidores? ¿Absalón se marcha del país para impedir la división? ¿Absalón es respetuoso? ¿Absalón soporta el sufrimiento en callada agonía? ¿Caen sobre Absalón todas las desgracias? ¡No, él, sólo es magnánimo e inocente!
Las últimas palabras de Abisai salieron con contenida indignación. Luego prosiguió, más solemnemente esta vez.
Sus motivos para quejarse no tienen importancia comparados a los motivos legítimos que tuviste con respecto a Saúl. Nunca ha sido injusto con Absalón.
David lo interrumpió con una sonrisa irónica.
Parece que tengo el don de hacer que los ancianos y los jóvenes me odien sin motivo. En mi juventud, me atacaron los ancianos; ahora que soy anciano, me atacan los jóvenes. ¡Magnífica proeza!.
Mi opinión – prosiguió Abisai- es que Absalón no es ningún David. Por lo tanto, te pregunto: ¿Por qué no detienes su rebelión? Detén a ese miserable...
Cuidado, Abisai. Recuerda que él también es hijo de rey. Nunca debemos hablar mal del hijo del rey.
Buen rey, te recuerdo que incluso una vez rehusaste levantar la espada o la lanza contra Saúl. Repito. Día y noche Absalón habla contra ti. Un día, dentro de poco, levantará contra ti un ejército. Aún más, una nación. ¡Esta nación! El joven Absalón no es el joven David. ¡Te aconsejo que lo detengas!
Abisai, me pides que me convierta en Saúl - respondió David con pesadumbre.
No, digo que él no es ningún David. ¡Deténlo!
Y si lo detengo, ¿Todavía seré un David? Si lo detengo, ¿no seré un Saúl? – preguntó el rey mientras su mirada penetrante se fijaba en Abisai -. Para detenerlo, tengo que ser un Saúl o un Absalón.
Mi rey y mi amigo, a veces pienso que estás algo loco.
Sí, motivos tienes para pensar así – dijo David con una sonrisa.
Apreciado rey, Saúl era un rey malo. Absalón es de cierto modo una juvenil reencarnación de Saúl. Sólo tú eres invariable. Tú eres siempre el pastorcito quebrantado de corazón. Dime sinceramente, ¿qué es lo que te propones hacer?
Hasta ahora no he estado seguro. A partir de ahora ya lo estoy: En mi juventud no fui un Absalón. En mi vejez no seré ningún Saúl. En mi juventud según tus propias palabras, fui David. En mi vejez tengo el propósito de seguirlo siendo, aun cuando me cueste un trono, un reino y tal vez la cabeza.
Abisai no dijo nada por un rato. Lugo habló lentamente, cercionándose de que comprendía la importancia de la decisión de David.
No fuiste un Absalón; no será un Saúl. Señor, si no estás dispuesto a bajarle los humos a Absalón sugiero que nos preparemos a evacuar el reino porque seguro que Absalón gobernará.
Sólo tan seguro que como Saúl mató al pastorcito – respondió el anciano y sabio rey.
¿Qué cosas? – preguntó Abisai sobresaltado.
Piensa en eso, Abisai. Una vez Dios libró a un pastorcito indefenso de un rey loco y poderoso. Él puede todavía librar a un rey anciano de un joven rebelde y ambicioso.
Desestimas a tu adversario – replicó Abisai.
Tú desestimas a mi Dios – respondió David serenamente.
¿Pero por qué, David? ¿Por qué no luchar?
Te responderé. Y si recuerdas, porque tú estabas allí, ¡una vez respondí de la misma manera a Joab en una cueva hace ya mucho tiempo! Es mejor ser derrotado, incluso asesinado, que aprender los métodos de... de un Saúl, o los un Absalón. El reino no es tan valioso. Déjenlo que lo ocupe si es la voluntad de Dios. Repito: No aprenderé los métodos de los Saúles o los Absalones.
Y ahora- prosiguió David – como ya soy anciano, añadiré algo que pudiera no haber sabido entonces. Abisai, ningún hombre conoce su propio corazón. Indudablemente, yo no conozco el mío. Sólo Dios lo conoce. ¿Defenderé mi pequeño reino en nombre de Dios? ¿Arrojaré lanzas, conspiraré, dividiré... y mataré el espíritu de los hombres, si no sus cuerpos, para proteger mi imperio? No moví un dedo para ser hecho rey, para preservar el reino. ¡Ni siquiera el Reino de Dios! Dios me puso aquí. No soy responsable de tomar ni de mantener el poder. ¿No comprendes que tal vez sea la voluntad de Dios que sucedan estas cosas? Me imagino que, si Dios lo decidiera, aun en estas circunstancias Él pudiera proteger y defender el reino. Como antes dije ningún hombre conoce su corazón. Yo no conozco el mío. ¿Quién sabe lo que hay en realidad en mi corazón. Pudiera ser que ante los ojos de Dios ya no soy digno de gobernar. Tal vez Él ha terminado conmigo. Quizás sea su voluntad que gobierne Absalón. Sinceramente, no lo sé. Pero si esta es su voluntad, yo la deseo. ¡Que termine Dios conmigo! Cualquier joven rebelde que alza su mano contra uno a quien considera un Saúl, o cualquier rey anciano que alza su mano contra uno a quien considera un Absalón, pudiera, en realidad, estar alzando su mano contra la voluntad de Dios.
¡De ninguna manera alzaré mi mano! –concluyó David -. ¿No me vería yo un poco extraño tratando de permanecer en el gobierno cuando Dios desea que mi gobierno caiga?
¡Pero tú sabes que Absalón no debe ser rey! – replicó Abisai con desaliento.
¿Lo sé? Nadie lo sabe. Sólo Dios lo sabe y Él no ha dicho nada. No lucharé para ser rey ni para permanecer como tal. Que Dios venga esta noche y me quite el trono, el reino y –dijo esto casi balbuceando- ... y su unción. Busco su voluntad, no su poder. Repito. Deseo su voluntad más que una posición de liderazgo. Él puede terminar conmigo.
Rey David- dijo una voz detrás de los dos hombres.
¡Sí? ¡Oh, un mensajero! ¿Qué sucede?
Absalón quiere verlo un momento. Desea pedir permiso para ir a Hebrón a fin de ofrecer un sacrificio.
David – dijo Abisai ásperamente -, ¿sabes lo que eso realmente significa, no es así?
Sí.
¿Y sabes lo que hará si le permites ir?
Sí.
David se volvió al mensajero y le dijo:
Dile a Absalón que iré en seguida.
David dio una última mirada a la quieta ciudad, se dio vuelta y caminó hacia la puerta.
¿Le permitirás que vaya a Hebrón?- Preguntó Abisai
Se lo permitiré - dijo el rey de reyes -. Sí, se lo permitiré.
Después e volvió al mensajero.
Ya es tarde para mí. Me iré a acostar cuando termine de hablar con Absalón. Haz que uno de los profetas, o un escriba, venga mañana para consultar con él. Pensándolo mejor, envíame a Sadoc, el sumo sacerdote. Pregúntales si se puede reunir conmigo aquí mañana después del sacrificio vespertino.
Abisai habló de nuevo, esta vez en voz baja. La admiración brillaba en su rostro.
Gracias, buen rey.
¿Por hacer qué? – preguntó desconcertado el rey mientras se volvía en la entrada.
No por lo que hayas hecho, sino por lo que no has hecho. Gracias por arrojar lanzas, por no rebelarte contra los reyes, por no poner en peligro a un gobernante que era tan vulnerable, por no dividir un reino, por no atacar a los jóvenes Absalones, que se parecen muchísimo a los jóvenes Davides, pero que no lo son.
Hizo una pausa y luego prosiguió.
- Y gracias por sufrir, por estar dispuesto a perderlo todo. Gracias por darle plenos poderes a Dios para terminar tu reino, incluso destruirlo, si es su voluntad. Gracias por sentar un ejemplo para todos nosotros. Y sobre todo – sonrió con júbilo – gracias por no consultar con los adivinos.

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