Saturday, April 15, 2006

Capitulo 18

Capítulo 18
¿Considera usted que, al llegar al final de nuestro estudio acerca de Saúl y de David, se le ha prestado una gran ayuda? ¿Ahora está seguro de que el hombre bajo cuyas órdenes está no sea verdaderamente un hombre de Dios... o si lo es, en el mejor de los casos sólo sea un Saúl? ¡Dios mío, cuán seguros podemos estar los mortales... acerca de lo que ni los ángeles saben!
Permítame preguntarle entonces en cuanto a lo que se propone hacer con este conocimiento recién adquirido. Sí, estoy enterado de que usted mismo no es ni un Saúl ni un David... sino un labriego del reino. Sin embargo, ¿se propone usted compartir sus nuevos descubrimientos con algunos amigos? Comprendo. Tal vez entonces debo advertirle que con este nuevo y embriagador conocimiento suyo hay un peligro intrínseco. Puede tener lugar un cambio extraño dentro de su corazón. Es que eso es posible... ¡pero espere!
¿Qué es lo que veo allí? ¡Allí! En aquella remota niebla que hay detrás de usted. Vuélvase. ¿La ve? ¿Quién es esa figura fantasmal que camina en medio de la bruma? Parece que, sin duda, la he visto anteriormente.
Observe atentamente. ¿No es posible que descifremos lo que hace?
Parece que se inclina sobre un antiguo cofre. Sí, lo ha abierto.
¿Quién es él? ¿Y que hace?
Ha sacado algo del cofre. ¿Es un manto? Es una especie de capa. ¡Pues se la está poniendo! Le queda perfectamente bien y cae sobre sus hombros como un manto.
¿Y ahora qué? Mete otra vez la mano en aquel cofre. Sé que he visto a esa persona antes en alguna parte. ¿Qué es lo que saca esta vez? ¿Un escudo? No, un de armas. Sí, un escudo de armas de alguna orden mucho tiempo olvidada. ¡Lo toma y lo alza como si fuera suya esa orden! ¿Quién es ese hombre? El porte, la postura, la manera de andar. He visto antes a ese hombre. Estoy seguro.
¡Ah! Ha salido la niebla y ha entrado en la luz. Ahora lo veremos claramente.
Ese rostro. ¡¿No es el suyo?!
Sí, lo es. ¡Es el rostro de usted! ¡Usted que puede distinguir tan sabiamente la presencia de un indigno Saúl!
¡Vaya! Mírese en ese espejo. ¡Ese hombre es usted!
Mire también el nombre sobre el escudo de armas.
Contémplelo: ¡¡¡ABSALÓN SEGUNDO!!!

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