Saturday, April 15, 2006

Capitulo 7

Capítulo 7
Diferente de cualquier otro lancero en la historia, David no sabía qué hacer cuando le arrojaban una lanza. No la arrojó de vuelta a Saúl, ni preparó su propia lanza para arrojársela. David hizo algo distinto. Lo único que hizo fue esquivarla.
¿Qué puede hacer un hombre, sobre todo un joven, cuando el rey decide usarlo como blanco en sus prácticas de tiro?
¿Qué sucede si el joven decide no devolver el golpe?
Ante todo, tiene que simular que no ve las lanzas. Aun cuando vengan directamente contra él. En segundo lugar, tiene que aprender esquivar rápidamente el golpe. Por último, tiene que aprender que nada ha sucedido.
Uno puede fácilmente darse cuente si alguien ha sido alcanzado por una lanza. Se convierte en una oscura sombra de amargura. A David nunca lo hirió ninguna lanza. Gradualmente aprendió un secreto bien guardado. Descubrió tres principios que impidieron que lo hirieran las lanzas.
Uno: No aprender nada a cerca del arte elegante – y de fácil dominio- de la lanza. Dos: Apartarse de la compañía de todos los lanceros. Y tres: Mantener la boca herméticamente cerrada.
De esta manera, uno nunca será tocado por las lanzas, aun cuando le atraviesen el corazón.

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