Saturday, April 15, 2006

Capitulo 8

Capítulo 8
Mi rey está loco. Al menos, yo lo considero así. ¿Qué puedo hacer?
Ante todo, reconozca este hecho inalterable: Usted no puede decir (ninguno de nosotros puede) quién es el ungido del Señor y quién no lo es. Algunos reyes, a quienes todos acusarían de ser reyes según el orden del rey Saúl, lo son en realidad según el orden de David. Y otros, en quienes todos los hombre tendrían fe absoluta como reyes según el orden de David, realmente pertenecen al orden del rey Saúl. ¿Quién tiene la razón? ¿Quién puede saberlo? ¿De quién es la voz que escucha usted? Ningún hombre es lo suficientemente sabio para descifrar el enigma. Lo único que podemos hacer es dar vueltas haciéndonos la pregunta: ¿Es este hombre el ungido del Señor? Y si lo es, ¿lo será según el orden de Saúl?
Memorice muy bien esa pregunta. Tendrá que hacérsela muchas veces. Sobre todo si usted es ciudadano de un reino cuyo rey tal vez esté loco.
Pudiera parecer fácil hacer esta pregunta, pero no lo es. Sobre todo cuando usted llora intensamente... y esquiva lanzas... y se siente tentado a devolver el golpe... y los demás lo animan a que lo haga. Cuando su opinión, su juicio, su lógica, su inteligencia y su sentido común están de acuerdo con eso. Pero recuerde en sus lágrimas que usted conoce sólo la pregunta, no la respuesta.
Nadie conoce la respuesta.
Nadie, excepto Dios.

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